Palabras leídas por el abogado, historiador y dirigente liberal Omar Franco Duque, durante las honras fúnebres del doctor Ignacio Cruz Roldan, en el Concejo Municipal de Tuluá, el 11 de mayo de 2015.

 "Honremos la memoria de Nacho recuperando
nuestra jerarquía espiritual y pública
hoy atropellada, sojuzgada y vilipendiada”
  
2015/ Junio/ EconoticiaS/ Por: Omar Franco Duque

Unidos por un ancestral sentimiento telúrico de amor a Tuluá, venimos esta tarde a darle el ultimo adiós a los despojos mortales de Ignacio Cruz Roldan.

Nacho, como afectuosa y coloquialmente lo llamábamos sus amigos, nació en medio de la historia y de las costumbres más gratas a Tuluá, en el hogar de Doña Raquel Roldan Martínez y Don Aquileo Cruz Victoria. Con decir ello, estamos indicando que al producirse su nacimiento en 1928 tuvo desde el primer momento la categoría de sujeto histórico que traía en su sangre y en la memoria de sus ancestros, todo el mandato subjetivo de la comunidad tulueña.

Sus discursos estuvieron siempre hondamente vinculados a la defensa de la civilidad, al desarrollo de su entornoo vallecaucano, y, ante todo, la defensa de sus ideales liberales y la vida de sus conciudadanos.

No en vano fue uno de los firmantes en 1955, de la memorable y valiente CARTA SUICIDA DE TULUA, en donde, junto con otros ocho valientes ciudadanos denunciaron ante el gobierno central los atropellos y vejámenes que sucedían durante la época de violencia contra los liberales.

La muerte de Nacho Cruz coincide con la emergencia de una etapa crítica en la historia y vida de Tuluá. Nada tan necesario en el momento actual, para honrar su memoria, como recobrar el sentido de la historia local en tamo de aquello que ha formado parte de nuestra identidad.

Tuluá vive un momento de crisis, explicable, primordialmente, por la carencia de una valoración auténtica de su pasado, por la inversión de valores que se registra en la cultura, la administración y la política.

El tulueño de hoy ha perdido su raíz profunda y su mandato ancestral. Contra esa concepción negativa y jactanciosa, que ha convertido a nuestro terruño en patria de nadie, es preciso levantarse.

Lejos de mi está proclamar un mensaje xenofóbico, pero si debo decir que este momento luctuoso que nos congrega, sirva de principio para que los tulueños raizales recuperemos nuestra jerarquía espiritual y publica, hoy atropellada, sojuzgada y vilipendiada.

No podemos permitir que nuestro terruño desaparezca como tal, que sea la tierra del espíritu, la ciudad grande a la que Paco Escobar, primo de Nacho, le cantara:

“Yo quiero un pueblo grande, sin yugo, sin cadenas, un pueblo altivo... ”
“Yo quiero un pueblo grande, sin dobleces, muy nuestro... ”

Solo así podemos decir que estaremos siendo fieles a la historia y construyendo realmente el porvenir. Que el espíritu de Nacho nos acompañe en esta nueva y difícil jornada.

Hoy debemos aceptar la adolorida convicción de que con la muerte de Nacho Cruz, Tuluá y la colectividad liberal han perdido su último baluarte, su último bastión. La bandera tulueña inventada por Federico Restrepo White y la bandera roja de Rafael Uribe Uribe y Gaitán están de luto.

¡Nacho: Descansa en paz! Tu voz, que tantas veces se levantó en las plazas públicas y en los recintos de la democracia, ha enmudecido para siempre. Tu amor por Tuluá queda a las puertas del camposanto, convertido en sombra vigilante, impulsándonos para evitar que desde otros ámbitos, se siga profanando nuestra tierra nativa. En mi propio nombre y en el de todo un pueblo que sabe lo que significó Ignacio Cruz Roldan, invito a marchar silenciosos detrás de su féretro honrando su memoria y dándole camino a la historia.


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