Mijail Bajtin mostró que los carnavales de la Edad Media liberaban la energía social reprimida. Las carnestolendas tulueñas sueltan más energía de la que esta represada en la población por malas administraciones o desiertos laborales.
2015/ Junio/ EconoticiaS/ Por: Daniel Potes Vargas

La feria de Tuluá tiene sus círculos concéntricos. Unos son económicos, otros son psicológicos, sociológicos y por supuesto demográficos. Con relación a los primeros cada año la población se pone quejosa con el incremento del precio o costo de las entradas. Anualmente el acceso resulta menos fácil para la población que está socio-estratificada de manera deprimida.

Con la psicología es terrible. Mujeres bonitas que estrenan amantes tienen un dilema ¿cómo ir al divino coliseo sin que el marido la vea con su nueva costilla? Obviamente este problema se presenta también a los Casanovas locales. Los aspectos carnestoléndicos están simbolizados en la figura danzarina de Superman García de la Cruz con su sonrisa vertical bailando música de Celina y Reutilio con zapatos blancos puntudos, como desafiando a Melo en las alturas.

La sociología es el sábado de feria, cuando el espacio ferial se atesta con treinta mil personas. Muchas de ellas gastadoras a sus familias, otras son mujeres de belleza perturbadora, con retaguardia glútea bárbara y con retaguardia pectoral no menos salvaje. Timadores, falsificadores, embelequeros, burundangueros y toda la zoociedad delictiva que se viene de la geografía nacional a poner en practica trapisondas en la villa de Bundolo. Finalmente los matices demográficos no son menos vitales en este certamen que alguna vez tuvo el cohete inútil de Chalo Gardeazábal que se elevó pocos metros. Ahora son los centauritos de la feria. Como las parejas adolecentes no tienen como entrar a sitios de placer por su edad tan corta, aprovechan la dulce y mullida oscuridad de las caballerizas traseras o posteriores del recinto para aliviar el furor de sus glándulas. Como encargan criaturas en junio, hacia febrero desfilan por Tuluá estos productos de los establos y alguien dice haber advertido en ellos un caminar como de cascos y en lugar de gritos unos relinchos que anuncian una nueva oleada de tulueños y tulueñitos, centauros de vocación. Mijail Bajtin mostró que los carnavales de la Edad Media liberaban la energía social reprimida. Las carnestolendas tulueñas sueltan más energía de la que esta represada en la población por malas administraciones o desiertos laborales.

Si el hombre es el estilo, cada presidente de la Junta de Feria dejó una impronta de oro, su mejor fervor y esfuerzo.

Nombres como Joselito González Narváez, Ramiro Escobar Cruz, Francisco Caballero Lamir, Jorge Alberto Andrade Rada o Jorge Vásquez Motoa, son símbolo dorado de cada gestión. Desde el fracasado cohete de Chalo Gardeazábal, astronáutica tulueña, hasta la gestión de Vásquez Motoa, durante la administración de Ramiro Devia Criollo, que fue capaz de solucionar el conflicto con los desplazados que amenazaban tomarse el coliseo ferial y fueron ubicados en la Rayadora de yuca, hasta las gestiones en el campo de las plantas ornamentales, como ejecutiva, de Inés Macías Cabal, engalanando a nivel nacional ese mundo floral, todo ha sido un círculo concéntrico. Desde antes de la cabalgata hasta el lunes festivo, nadie pide permiso para estar alegre y el júbilo no necesita bando oficial para dar luz verde al ánimo festivo de Tuluá, a su manera de olvidar contratiempos y entre vacas enormes, tractores gigantescos, muchachas de vanguardia pectoral impresionante y retaguardia glútea no menos alborotadora, que ponen nerviosos a esposos y esposas que ven novillas por todos lados en este carnaval de festejos y rienda suelta al buen humor, al reencuentro de amigos diseminados por el mundo y protestas cíclicas por el encarecimiento cada 365 días de las entradas a esta galaxia de jolgorio, orquesta y sonrisas.

En estas ferias, que los tulueños ponderan como las mejores de Colombia, hubo locuras como medir a Limón viejo con la pata de una vaca Simmental o gracias como las de los tres Jorges: Jorge Alberto Cruz, Jorge Andrade Rada y Jorge Vásquez Motoa. Solo a este último le tocó ver cómo un oficial de policía debió cerrar el coliseo ferial ante la avalancha multitudinaria, debido al enorme éxito del certamen jolgorioso.


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