2014/ Octubre/ EconoticiaS/ Edición 96/ Editorial/

Después de haber tenido que vivir una de las campañas más sucias, por lo menos que se haya conocido, para la Presidencia de la República, los colombianos y en nuestro caso el Valle del Cauca quedó hastiado de tanta bajeza.


Queremos y tenemos derecho a campañas limpias y con propuestas, para alcaldías, gobernaciones, concejos y asamblea, no a campañas con ataques personales ruines y rastreros, sobre la intimidad o la vida privada de los candidatos y candidatas a estos cargos de elección popular, porque mal ciudadano es aquel que conociendo que uno de esos aspirantes es corrupto y ha esquilmado el erario o a los ciudadanos no ha tenido el valor civil de denunciarlo ante las instancias jurídicas legales y competentes.

Queremos candidatos que propongan con seriedad cómo y de qué manera vamos a enrrutar estos entes territoriales por el sendero del desarrollo, el progreso y los caminos de esperanza. Queremos aspirantes a gobernar con y para el pueblo, no para ellos o sus familiares. Queremos aspirantes que no nos echen los mismos discursos de siempre, de la transparencia, la honestidad y el manejo pulcro de los recursos. Eso no hay que ofrecerlo, ese es un deber y una obligación de todo aquel  que administre lo público.

Queremos aspirantes que nos digan con seriedad y así lo plasmen en sus programas de gobierno, pero no de una manera genérica para engañar a sus electores sin compromisos serios, sino con estudios, cifras y alternativas de cómo vamos a solucionar el problema mayúsculo de inseguridad que campea este valle del Cauca, en cada uno de sus barrios, comunas, veredas y corregimientos de sus 42 municipios.

Queremos propuestas serias de solución al gravísimo problema del desempleo, de la ocupación del espacio público, de la contaminación ambiental y la explotación indebida e inmisericorde de nuestros recursos naturales, queremos planes de gobierno realizados con las comunidades, con la seriedad y seguridad de que no se quedaran en el papel y solo servirán para hacerlos elegir, para luego argumentar que no los han cumplido porque las condiciones fiscales, financieras y demás del ente territorial no lo permiten.

Queremos aspirantes a estos cargos que conozcan las normas y no anden prometiendo absurdos que no son de su competencia solo para cazar votos de incautos ciudadanos, como por ejemplo aspirantes a concejo con programas y promesas que ni el alcalde podría cumplir y de igual forma aquellos aspirantes a la Asamblea con  programas que ni un candidato a la gobernación podría presentar con seriedad.

Queremos próximos gobernantes que no vendan su alma al diablo desde sus campañas para llegar empeñados hasta el cuello y comprometidos a devolver a sus acreedores con creces de los recursos públicos lo hipotecado y 10 o 20 veces más.

Queremos próximos gobernantes que reivindiquen y atiendan con seriedad la problemática del campesinado vallecaucano, tan valioso y atractivo en estas campañas pero tan olvidados y humillados una vez pasan las mismas, gobernantes que visiten el campo y cumplan las promesas a nuestros campesinos y que establezcan políticas públicas de respeto y defensa por los derechos humanos de todos los ciudadanos pero muy especialmente de la población rural.

Todo eso y mucho más queremos de nuestros próximos gobernantes, pero igualmente somos nosotros quienes al pedir dinero o dádivas por nuestros votos propiciamos y les obligamos a caminar el peligroso sendero de la corrupción, pues mientras más costosa sea la campaña de un concejal, diputado, Gobernador o alcalde más alto será su grado de corrupción para poder recuperar lo invertido. Hay tiempo suficiente para escoger la mejor opción, no venda su voto, no venda su conciencia, al hacerlo estamos vendiendo el futuro de nuestros hijos. JUGEMOSLE LIMPIO A NUESTROS TERRUÑOS, JUGUEMOSLE LIMPIO A LA DEMOCRACIA.


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