El frío favorece los amores y la industria, así como el calor hace evaporar las ideas y fomenta algo de la pachorra tórrida de las costas. Luis Carlos González llamó a la ruana “tesoro de la patria” y recordó que tras de ella pueden cometerse dulces pecados y deleitosas sabrosuras.
2015/ Edición Agosto/ Por: Daniel Potes Vargas
Quienes hayan visto paisajes europeos, con todos sus fulgores y pergaminos geológicos, no pueden menos de advertir, tras conocer los flancos cordilleranos barragueños, que nada hay qué envidiar en materias de estética y turismo. El frío favorece los amores y la industria, así como el calor hace evaporar las ideas y fomenta algo de la pachorra tórrida de las costas. Luis Carlos González llamó a la ruana “tesoro de la patria” y recordó que tras de ella pueden cometerse dulces pecados y deleitosas sabrosuras. Ruanetas llamo María Cenelia Orjuela Russi, quien con otros dos docentes hizo un memorable libro sobre Barragán y Santa Lucía, a aquellos ilustres hombres y pro-hombres de las faldas barragueñas. Todo ese encanto de las laderas majestuosas de Barragán fue captado por la cámara de Jaime Herrera Barrera ya que la fotografía no es sólo técnica sino arte y se trata de insertar la mayor cantidad posible de magia en el rectángulo fotográfico. Alguna vez, siendo yo director de la Casa de la Cultura de Tuluá, con el glorioso Jorge Saúl García Mendieta, pusimos nombres a algunas de las alucinantes y bellísimas fotos de Barragán debidas a la lente mágica de Jaime. Frío y ventisca, actores conflictivos, curaba, frailejón, trigo o papa son símbolos universales de la calidad telúrica. Habitantes legendarios como Orlando Duque Satizábal, Alberto Coy, Oligario Gómez Durán, Guillermo Valderrama Arias, Raúl Antonio Orjuela Russi, Jairo Escobar Fernández, Jorge Vásquez Motoa, Isabel Maclas Cabal, Wilson Devia Alvarez o Melquisedec Vela Gómez, son referentes dorados de ese paisaje ensoñadoramente nublado que inspira lo mejor de los sentimientos humanos. Son personajes que han llevado una ruana protectora de paz, laboriosidad y amistad. Al lado, claro está de los inefables Angelino, Molano, Elver, Celina, Laureanita o Carmelita ya que como dijo Chesterton, “loco es aquel que lo ha perdido todo menos la razón”. Sólo falta pavimentar esta vía de los nobles enruanados para acercar el plan a estas laderas de magia verde y fría con sus ardientes fiestas de agosto. Tierra de ilustres y traviesos, con lomas de majestad geológica con sus pastizales y sus ganaderías peludas, parte entrañable, demasiado entrañable de esta alucinante y alucinada Tulua.
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