Sabía por sus conocimientos que nadie o muy pocos se salvaban después de consumir FURADAN, pero igual sabía que debía expulsar por todas las vías posibles el letal veneno, por eso pedía a gritos que por favor lo metieran a la quebrada y lo estregaran con un cepillo de lavar.
2015/ Edición Agosto/ Por: Econoticias
Aunque ambientalmente hablando podríamos decir que perdimos la batalla con el FURADAN
(FURADAN 3 SC: CARBOFURAN, insecticida extremadamente tóxico), dado el grado de
contaminación y las funestas consecuencias en los seres vivos que deja el uso
de este producto, para el caso de Camilo Trujillo Valencia es de anotar que la batalla fue a otro nivel.
Según
las estadísticas en nuestra región, son pocas las personas que se salvan luego de ingerir este insecticida, la gran mayoría con ánimo suicida u
homicida, en aquellos casos en que los padres o madres suicidas dan a ingerir a
sus hijos este letal producto.
La
historia de Camilo Trujillo Valencia, agricultor y trabajador de le EPSA, en el
proceso de aislamiento de las fuentes de agua, es una historia de vida o muerte
y se remonta al mes de octubre del año 2012. Precisamente en el desarrollo de
su actividad llegó hasta el predio de un campesino en la vereda de San Antonio,
jurisdicción del Corregimiento de Monteloro, quien había inyectado varias
granadillas de su cultivo con FURADAN, para combatir la zarigüeya o chucha,
como comúnmente se le conoce, sin colocar avisos preventivos para evitar que
algún humano las consumiera e incluso le recordara a él mismo que había
granadillas envenenadas en su cultivo. Don Camilo con su habitual respeto y
decencia le pidió permiso al propietario del cultivo para comerse unas granadillas
quien como también es habitual en nuestros campesinos generosamente le
respondió que se podía comer las que quisiera, pero olvidando advertirle que
había inyectado el letal insecticida en algunas de las fintas maduras.
Luego
de ingerir varias de las apetitosas frutas, Don Camilo sintió Nauseas, fuertes
mareos, dolor de cabeza y sintió que perdería el conocimiento, ante lo cual y
con sus conocimientos en primeros auxilios presintió que se había envenenado,
por lo que preguntó a Don Carlos si había envenenado los frutos ante lo que el
campesino no respondió sino que se mandó sus manos a la cabeza y salió
corriendo.
Don
Camilo hizo lo propio, corrió con lo que de alientos le quedaba, hasta donde un
vecino y le pidió que le regalara bicarbonato de soda (soda de caja o de
vaquita), la cual diluyó en agua caliente e ingirió hasta terminar las
existencias, luego como pudo corrió hacia la fonda cercana y pidió más
bicarbonato de soda, repitiendo la misma operación. Sabía por sus conocimientos
en primeros auxilios que nadie o muy pocos se salvaban después de consumir
FURADAN, pero igual sabía que debía expulsar por todas las vías posibles el
letal veneno, por eso pedía a gritos que por favor lo metieran a la quebrada y
lo estregaran con un cepillo de lavar ropa para que abrieran sus poros, pero la
gente no lo entendía, estaba paralizada.
En
una motocicleta fue trasladado durante más de dos horas hasta la ciudad de
Guadalajara de Buga, en donde tuvo que librar otra dura batalla para ser
atendido y lograr así salvar su vida.
Este
hombre jovial y dicharachero, lleno de historias de vida, devoto de la
Virgencita del Carmen, cree firmemente que fue ella quien le salvó
milagrosamente. Hoy quiso contamos esta historia para que muchos campesinos la
conozcan y por nada del mundo repitan esta práctica de inyectar insecticidas u
otros venenos a sus frutos para combatir los animales, pues ponen en inminente
peligro vidas humanas.
Periodista Norbey Palacio: Director Econoticias y candidato al Concejo
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