2014/ Diciembre/ EconoticiaS/ Transporte/
La protesta organizada por la gran mayoría de los taxistas en Tuluá en este mes, reclamando la intervención de las autoridades en temas tan álgidos como los controles al transporte informal y a la ocupación del espacio público, más que la visibilización de su inconformismo y sus problemas, desnuda una cruda realidad que vive nuestro Corazón del Valle.
Tuluá un municipio donde desde hace mucho tiempo por razones politiqueras disfrazadas de
entendimiento de la problemática social, se perdió el principio de autoridad.
Un
municipio donde el espacio público no es público, y es que desde los tiempos de
nuestro insigne escritor Gustavo Álvarez Gardeazabal como alcalde se permitió
“sembrar” casetas metálicas a lo largo de la calle Sarmiento, que fueron
expandiéndose por toda la ciudad invocando con justa razón el derecho a la
igualdad.
Los
vendedores de productos agrícolas que indiscutiblemente son otro grave problema
en la ocupación del espacio público siguieron este mal ejemplo y edificaron sus
puestos fijos y permanentes violentando incluso a los propietarios de los
establecimientos legalmente establecidos, que pagan impuestos, generan empleo y
cumplen con todas las normas y leyes. Vendedores que en honor a la verdad en un
principio se organizaron en un sindicato y propendieron por mitigar con
organización el problema de la ocupación del espacio público, pero que no
contaron con el apoyo de las autoridades del momento. Hoy como en todo, han
aparecido los carteles, las mafias, que imponiendo la ley del más fuerte o la
ley de la pistola, o el puñal, se apropiaron de estos puestos, los dan en
arriendo y lo que es peor aún montaron los carteles de los productos agrícolas,
como el de la cebolla, el del cilantro, la papa y el tomate, entre otros. Son
estos carteles con la permisividad de las autoridades, los que dicen a quién y
a cómo se pueden comprar estos productos en Tuluá. Más grave todavía, se
cuentan varias víctimas en la estadística de homicidios por no haber atendido
las órdenes de estos carteles sin que hasta ahora se haya judicializado o
condenado a los responsables materiales ni intelectuales.
Aquí,
en esta Villa de Céspedes, algunos funcionarios también por razones
politiqueras y a veces económicas, alquilan el espacio público, como calles,
parques y zonas verdes, para distintas actividades, violando flagrantemente la
ley que prohíbe cualquier uso diferente del espacio público a lo que como su
nombre lo indica uso público.
El
tema en mención, es decir, la protesta de los señores taxistas tiene que ver
igualmente con el gravísimo problema del transporte informal. Por un lado los
moto transportadores y por otro lo que los tulueños y centro vallecaucanos
llamamos los piratas (taxis y particulares). Los primeros crecieron de una
manera exorbitante precisamente por la pérdida del principio de autoridad, es
decir, falta de controles efectivos que lograran parar su crecimiento desen-
frenado. La invasión de todas las esquinas en el centro de la ciudad incluida
la de Iglesia de San Bartolomé y la propia esquina de la alcaldía, y casi que
podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que en todos de los barrios de
nuestro municipio varias de sus esquinas están tomadas literalmente hablando
por los mototransportadores. Pero no es solo la ocupación del espacio público
por parte de los mismos, es que aunque no son todos, se han camuflado en este
grupo de los mal llamados motorratones toda clase de individuos, para
extorsionar, atracar, vender vicio, e incluso abusar y acosar sexualmente de
sus pasajeras. Algunos otros aunque no andan en estos caminos del delito, su
comportamiento como ciudadanos no es para nada el mejor, le bravean las
carreras a los propios taxistas, no se les puede voltear a mirar, pitar o
pedirles permiso para abordar un andén porque lo menos que te ganas es una
insultada y de paso una amenaza ya que equivocadamente algunos de ellos, aclaro
no son todos, posan de matones y se creen los dueños de la ciudad. Nunca se ha
intentado organizarles ni atender a fondo esta problemática, tampoco se ha
realizado un censo o empadronamiento para por lo menos, establecer qué clase de
personas están prestando este servicio en nuestro municipio y si de verdad este
fenómeno no se ha convertido en guarida de delincuentes de la peor calaña,
entre los que se cuentan incluso homicidas, pues en lo que va corrido de este
año varios transportadores informales han sido asesinados sin que los tulueños
conozcamos las causas de este importante números de muertes selectivas.
El fenómeno
no para y
no dejan de
llegar más y más
vendedores estacionarios y
más y más
transportadores informales, incluso que viajan desde otros municipios
vecinos a desarrollar esta labor en Tuluá. El problema no es de ahora, se ha
dejado crecer año tras año, porque se piensa más en los votos que estos grupos
representan, que en el cumplimiento de las normas y en la calidad de vida de
los habitantes de Tuluá. Reiteramos desde hace mucho tiempo se ha perdido el
principio de autoridad y para los graves problemas de movilidad y ocupación del
espacio público tan solo se ponen pañitos de agua tibia sin que hasta ahora se
establezcan verdaderas políticas públicas que garanticen que el bien general
prime sobre el particular, pues en la mayoría de los casos los secretarios de
gobierno han pensado más en no tirarse los “voticos” de estos grupos, qué en
Tuluá y los señores alcaldes han adquirido compromisos desde sus campañas de
que cuando lleguen a sus cargos les van a dejar trabajar sin molestarlos a
cambio de que voten por ellos.
No
se puede obviar ni dejar de decir que también los sindicatos de los vendedores
estacionarios tienen dueños, que negocian los votos y los venden y algunos
otros incluso cobran a los vendedores por dejarlos trabajar o por sus espacios
de trabajo.
Hoy
la protesta y el cierre de vías por parte de los taxistas, mañana harán lo
propio los transportadores informales y vendrá después la trifulca que armaran
los vendedores estacionarios cuando se intente recuperar el espacio público. Y
entonces los ciudadanos desplazados por el desorden generado por unos y otros ¿cuándo
protestaremos y cuando exigiremos que nuestras autoridades cumplan la
Constitución y la Ley?
Colofón:
Si queremos taxistas más educados y una ciudad organizada de verdad, se debe
implementar de manera urgente una verdadera política pública basada en la
cultura ciudadana y el sentido de pertenencia por nuestra ciudad, que nos
permita convivir a todas y todos en una ciudad en armonía y bien planificada
donde el respeto por los demás este siempre basado en el principio de que mis
derechos terminan donde empiezan los de los demás.
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