2014/ Diciembre/ EconoticiaS/ Espacio Público/


“Estamos en tiempo de crisis”, está es una frase que se repite en cualquier contexto de nuestra vida diaria, porque el dinero no alcanza, el alto costo de la canasta   familiar, el desbordado consumismo, las exageradas tarifas de los servicios públicos y demás. Durante los últimos años en nuestro país ha habido una constante alza en el desempleo, pocas oportunidades de trabajo, salvo la informalidad, aunque el   gobierno Nacional por medio del DANE, quiera tapar la realidad anunciando la reducción del mismo, la historia es diferente. La pobreza, escasa oferta de empleo, tratados de libre comercio, el agro en una de sus peores crisis, las consecuencias de la guerra y la incapacidad del Estado para sostener una economía equilibrada, nos ha  llevado a  ganarnos el nombre del  país  del “rebusque”.

Por supuesto nuestro Corazón del Valle no se queda atrás, somos un municipio en el que predomina el comercio; dícese el de comprar y vender productos de toda índole, podemos decir que Tuluá es la despensa en comercio de los municipios vecinos del centro y unos más del norte del valle. Comercio en almacenes de ropa, zapatos, accesorios, electrodomésticos, productos de hogar, grandes ferreterías, tiendas de abarrotes, productos agrícolas y de manera significativa servicios como constructoras, ingenieros, abogados, etc.

Pero en nuestro municipio se ha generado una desenfrenada ola de ventas de comidas rápidas, tabernas, cantinas y hasta prostíbulos disfrazados. No hay barrio en nuestro municipio que no tenga una venta de empandas, arepas, chorizos, carnes, pizzerías, corrientazos y si le sumamos la venta de postres, tamales y arroz mixto cada ocho días que hace un amigo o un conocido. Ventas y más ventas.

Sí, está más que claro que necesitamos garantizar el derecho al trabajo, pero ese derecho termina donde se convierte en el problema del otro, en la violación del derecho de los demás.

Las tabernas, el dolor de cabeza de muchos o de casi todos. Establecimientos que se van instalando en cada esquina sin tener en cuenta la tranquilidad de los vecinos, el ruido que ensordece y hace perder la paz de los habitantes del sector. En muchas ocasiones las viviendas pierden el valor comercial y nadie las quiere tomar en alquiler y como si esto fuera poco, la violencia que genera el licor e inseguridad crece día a día en estos sectores.

Humo de los chorizos que impregnan la ropa o el olor que hostiga a los vecinos, los puestos, mesas, sillas, que en la mayoría de ocasiones ocupan los andenes obligando al peatón a bajarse a la vía poniendo en peligro su vida, la población en situación de discapacidad no tienen paso, las mujeres que van con sus pequeños o coches sin vía.
Otro fenómeno preocupante es aquel en que un comerciante informal invocando su derecho a trabajar instala un puesto , carro o venta, pero como ninguna autoridad le reclama a la semana siguiente trae a su hijo, hermano, cuñado y hasta vecino, para ocupar tres o cuatro puestos más enseguida del suyo, monopolizando el espacio público para su comercio. Es la manera más evidente de la violación del espacio público de una forma desconsiderada, que atropella al ciudadano.
Pero es claro que las soluciones para el trabajo informal y su impacto en las en la población, deben ser políticas que se generen a nivel nacional, departamental y municipal.

Bueno, pero hagamos el cambio… El trabajo es muy importante como medio de subsistir, es la forma de sustentar nuestros hogares, pero es hora de tener conciencia, tolerancia, respeto por el otro, pues el espacio público es de todos como su palabra lo indica; que nuestros actos no perjudiquen a nuestro vecinos, conciudadanos, turistas y nuestra propia familia.

OLPAGIBE


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