Recientemente
se publicó un estudio de desempeño ambiental a nivel mundial (2012-2014)
elaborado por las universidades de Yale y Columbia, el estudio mide la calidad
del aire, agua y saneamiento, recursos hídricos, agricultura, bosques, pesca,
biodiversidad y hábitat, así como clima y energía. Colombia cayó del puesto 9
al 85 en este índice que se presenta cada dos años.
Colombia
obtuvo 50 puntos sobre 100. Con puntajes muy bajos en el tratamiento de la
pesca, de los bosques y en aguas residuales, en este último obtuvo apenas 4.6
puntos, la mayoría de estas aguas son vertidas a los ríos sin tratamientos
adecuados. Por otra parte el Instituto Humboldt indica que el 50% de las
especies de peces de agua dulce de la región Pacífico se encuentran amenazadas,
lo mismo sucede con gran parte de las especies maderables nativas.
El
departamento del Valle del Cauca también ha contribuido al mal desempeño
ambiental del país, ejemplos de ello son la contaminación hídrica asociada al
mal funcionamiento de las plantas de tratamiento y por los vertimientos
directos, la disminución del hábitat natural de especies silvestres, la
deforestación selectiva, pérdida de calidad del suelo, la contaminación
atmosférica (quemas de caña), la gestión del riesgo. A nivel local, en Tuluá el
desempeño ambiental se puede asociar de manera general con el deterioro
paulatino de nuestra calidad ambiental, ejemplo de ello lo encontramos
principalmente en el estado actual de la cuenca del río Tuluá. Las inundaciones
recientes en la zona urbana notifican la urgencia de tomar medidas para
enfrentar el problema de la alta sedimentación que ha colmatado el río desde su
cuenca media con ciento de miles de toneladas de metros cúbicos de material de
arrastre y que hace literalmente imposible mantener el nivel del cauce en su
recorrido urbano, de hecho no alcanzarían los recursos de la administración
municipal para su descolmatación cada tres o cuatro meses. La sedimentación
causada se explica por razones naturales como la inestabilidad geológica
(fallas, deslizamientos en masa) y alta sismicidad especialmente en la cuenca
alta, y también por factores humanos, el conflicto de uso de suelo, la
deforestación en las subcuencas afluentes caso río Nogales y Quebrada la Esmeralda
y el establecimiento de infraestructura para tres plantas generadoras y la
presa para la acequia Grande, que cambian la dinámica hidrológica y la
pendiente natural del río.
Un
breve recorrido por el sector de Mateguadua - Puente Zinc, nos muestra un
panorama preocupante: la erosión creciente de su franja protectora afecta
fincas, la bocatoma del acueducto que ha presentado daños recurrente en los
últimos años, la escuela veredal, el Jardín Botánico, el estado de la vía, pero
especialmente las grandes volúmenes de material de arrastre y madera
(palizadas) que se acumula en el sector de Loma Redonda hasta la bocatoma de la
acequia Grande, material que irremediablemente terminara llenando el cauce en
el sector urbano, aumentando día a día el riesgo de inundaciones. Pero parecen
gritos en el desierto el clamor de algunos ciudadanos que lo han advertido a
las autoridades ambientales y territoriales en varios cabildos abiertos, en el componente
ambiental para el Plan de Desarrollo y en la formulación del Plan de Cuenca,
porque sin embargo el desempeño ambiental continúa siendo muy pobre en
resultados. Es indudable que no existe la gobernabilidad y voluntad política necesaria
para emprender la recuperación integral de nuestro río tutelar. Problemática
que deberá ser eje de atención en el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial POT
y Plan Municipal de Gestión de Riesgo que con un altísimo presupuesto elabora
actualmente la Administración municipal.
Si
somos buenos entendedores debemos saber que el estado de la cuenca ya
compromete su sostenibilidad, que cada vez es más grande la amenaza de
inundaciones en la zona urbana y de las remociones en masa a lo largo y ancho
de la zona montañosa, que los impactos del cambio climático no son un cuento y
que la continuidad y permanencia de los servicios ambientales que nos ofrece el
río no son infinitos.
De
continuarse con la pasividad de nuestra dirigencia y con la resignación sumisa de
la sociedad civil, seremos testigos obligados de nuestra propia desgracia, para
entonces ya no necesitaremos de más indicadores de desempeño ambiental y
tampoco gobierno a quien preguntarle.
En
tanto ¿cuándo la CVC cumplirá con el Decreto 1640 y reglamentarios para la
instalación del Consejo de Cuenca?
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*El ingeniero Fabio
Campo Castañeda es veedor ciudadano del municipio de Tuluá
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